lunes, 28 de junio de 2010

El ciberpunk


Las fantasías descritas por el novelista de ciencia-ficción americano William Gibson ya forman parte de la realidad tecnológica de nuestro tiempo. Y el concepto ciberespacio – un paisaje generado por ordenador en el que piratas informáticos podrían introducirse y viajar en una experiencia igual a la vida real –, acuñado por el autor en su primera novela “Neuromance” (USA, 1984. Galardonada con los premios Hugo, Nebula y Philip K. Dick), ha sido incluso adoptado por buena parte de la profesión científica.
Sus textos han servido de inspiración a eminentes investigadores que trabajaban en
el campo de la realidad virtual; pero también a otro colectivo, los piratas del ordenador. Fascinados por las nuevas tecnologías, están viendo cumplirse sus anhelos. Se les conoce como los New Age, Hackers o Ciberpunks, y en EEUU constituyen una suerte de movimiento underground, con sector politizado y proyectos utópicos, dispuesto a desbaratar el sistema y velar por las libertades individuales. Comparados con los hippies, pero con nuevos juguetes en las manos, se hallan preparados para el abordaje de las pantallas electrónicas.
El concepto de ciberespacio también ha hecho aflorar en EEUU una variopinta fauna que incluye científicos disidentes, inventores visionarios, ex 60 que buscan en las últimas tecnologías viajes alucinógenos superiores, o quienes retornan con tendencias místicas el tercer ojo.
El escritor Timothy Leary, uno de los pioneros del movimiento psicodélico de los 60 y hoy inmerso en el desarrollo de proyectos cibernéticos y en la exploración del cerebro a través del ordenador, se sumó a las jornadas. Se trata de una reunión de científicos y artistas que propicia imaginar atractivos paseos a través de los paisajes marinos creados sintéticamente por el japonés Yoichiro Kawacuchi, entre las extrañas criaturas de «Eurhythmy», la revelación del último Siggraph firmada por Susan Amkraut y Michael Girard, o escudriñando cara a cara a los personajes de Zbig Rybczynski.
Sin embargo, todavía habrá que esperar algún tiempo, puesto que los sistemas de simulación desarrollados para introducirse en una experiencia virtual cuentan con sus limitaciones. A ello se añade el elevado coste del traje cibernético: el conjunto de visor y guantes asciende alrededor de los 50.000 dólares.
Según Scott Fisher, de la NASA, la incorporación de los nuevos avances de la realidad virtual a la vida cotidiana de los mass media se producirá entre los próximos 5 y 10 años. Además de su utilización más obvia en la industria del entrenamiento, la aplicación con fines didácticos y profesionales se presenta amplia y diversificada, de hecho, ya se están usando algunos elementos de esta nueva tecnología. Mientras tanto, la NASA sigue estudiando el desarrollo de sistemas portátiles; como por ejemplo el que lanzó a mediados de los 90, una nave conducida por robot y controlada por un astronauta desde la Tierra, gracias a que éste podrá mirar por los ojos del primero. Este sistema se denomina telepresencia, prima hermana de la realidad virtual.
Por su parte, la empresa privada Autodesk se ha dedicado al desarrollo de sistemas de software y en la actualidad es uno de los principales proveedores de este material. Eric Gullichsen, director de la empresa que ha desarrolado el proyecto “Ciberespace” (apropiación del término de Gibson que ha provocado sus más y sus menos entre los abogados de éste y la firma californiana), explica el alcance de los programas como prácticamente ilimitado.
Los arquitectos, por ejemplo, ya pueden proyectar edificios y pasear a sus clientes por ellos sin necesidad de construirlos; químicos y biólogos pueden introducirse dentro de moléculas y células; los estudiantes de medicina tendrán la posibilidad de practicar con cadáveres virtuales; los artistas dispondrán de un nuevo espacio para la performance; y las personas disminuidas accederán a múltiples actividades.

Locura ácida y calorificada la que propone la creación de Yoichiro Kawacuchi.

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